Detengan sus mentes. No haré referencia a
voluptuosidades ni mucho menos haré apología de la soledad como forma de vida.
El hombre existe para convivir pero generalmente sus relaciones terminan mal –
o nunca comienzan- porque no sabe estar solo.
El placer y la soledad son hecho meramente
personales y aunque que hay placeres cuya máxima realización no se alcanza de
forma individual, no dejan de ser expresiones de una sola voluntad. De lo sublime a lo nimio todos tenemos
momentos en que disfrutamos estar apartados, no en una extensión del egoísmo
sino en una forma del conocimiento. Es difícil hacer partícipe a alguien de
esos espacios y tiempos, no porque no queramos sino porque es justo ahí donde somos más exigentes y más
intolerantes. Y si abrimos ese espacio es porque la persona que lo descubre se
ha ganado nuestra confianza
Ahora hechos concretos. En artículo titulado Forever alone en el cine, Dalia
Perkulis señala que cuando uno se da
cuenta de que puede ir solo a la sala, sin negociar horarios y soportar
impuntualidades “se siente más fuerte que la droga”. Si es posible no rehuyo ir acompañado, nunca
está de más, pero sì procuro que la compañía tenga el mismo objetivo: disfrutar
la película, acompañarse de otra soledad.
No hace mucho que tengo este hábito, mi primera vez fue con Buscando a Eric de Ken Loach y vaya que me agradó. Esto es no sólo para los
cines de arte sino también en las salas comerciales, así sirve que se uno se
traga las palomitas y refresco grande sin que la persona de al lado le rehúya a
tu voracidad. Si hay algo que quieres ver ¿para qué quedarse con las ganas
únicamente por no ir solo?
Otro placer: futbol a media semana. Agarrar
un partido en miércoles a las ocho de la noche y acompañarlo con algo que comer
y una cerveza me provoca una alegría inmensa. Es más, los disfruto al triple
que en el fin de semana (donde uno está cargado de compromisos). Como en el caso
del cine, esto se debe a hábitos que uno solía practicar acompañado: viví mucho
tiempo en casas para estudiantes donde el futbol de noche era un gran pretexto
para conversar y hacer fiesta. Es un placer de la nostalgia.
Hay
gente que encuentra el placer en cocinar,
otros en cazar, hay gente que viaja sola, otros simplemente dan
paseos, Y para mí todas son metáforas de
la lectura: el enfrentamiento con lo propio,
la no solicitud de nadie, una apuesta contra nuestras propias
limitaciones y deleites. Como cuando fuera de todo academicismo y cánones
literarios uno se puede sentar con su obra favorita y medir al mundo con esas horas que nos hacen sentir
un globo en los pulmones.