
Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido varias experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al futbol.
Albert Camus
Es un gesto snob empezar con una frase de Camus un texto en donde pretendo expresar mi gustó por el futbol. Un pueril intento de justificación. Pero no importa, pues aunque escritor el francés no hubiera sido jugador y aficionado, estoy seguro que mi afición no decaería. Me agrada el ritual de jugarlo: calzarse los zapatos, las calcetas, atesorar la pequeña emoción latente antes del silbatazo inicial, vibrar con el gol o sufrir el enojo de la derrota. También me gusta mirar los partidos, (ya sea en tele, en el estadio o en el llano) y ver el juego como una coreografía imperfecta o un ballet arrojado al azar cuyo centro dramático es un pobre balón. Por tal motivo cuando uno encuentra a una persona ajena al gusto futbolero es una proeza convencerla de la validez de tan bello deporte. Uno recurre a argumentos válidos como al paralelismo que existe entre una batalla y un partido, lo interesante que resultan culturalmente ciertas rivalidades como la del Milán- Inter o Ajax-Feyenoord, o al muy desesperado pero no por eso mentiroso enunciado de que el futbol puede ser arte; y aunque no es viable comparar a Stravisnky con la Alemania del 74, a Dalí con el Ajax de Cruyft, o a Neruda con el Brasil de Pelé , el aficionado que guste de la música del ruso, la pintura del español o de la poesía del chileno encontrará similitudes fácilmente.
German Dehesa señala que siempre existe algún ser académico o personaje pretencioso que dice asistir a futbol para estudiar las relaciones entre masa y poder o entre medios electrónicos y enajenación colectiva, y luego está en el estadio gritándole ¡uleero! al árbitro al igual que toda la “enajenada colectividad”. Nunca faltan voces que se sienten superiores y gritan ¡Pan y circo! al observar a las leales aficiones, las grandes porras o los cánticos. Es normal y perfectamente válido que a alguien no le guste el futbol, pero no es necesaria la elevación innecesaria que desprecia. Al final de cuentas los aficionados tenemos placeres que ellos no conocen: un pase milimétrico, un filoso tiro al ángulo, un regate digno de estudiarse por quiroprácticos, estampas cuya estética está basada en la fugacidad. Este goce por el juego está más vivo que nunca con la próxima final de la Champions. De los equipos ingleses tengo apego por el Manchester United pero he de decir que en esta final voy con todas por el Barcelona. Este partido, aún antes de que se lleve a cabo, nos demuestra que el que ha ganado es el futbol. Una victoria sobre la fuerza mecanicista, sobre los planteamientos temerosos y sobre el aburrimiento.
Una querida amiga tiene por consiga señalar que contra la eternidad se impone la belleza del instante y este Barcelona es una artista cuyos trazos en el césped traen victorias sobre la maquinaria calculadora de la especulación.
Eduardo Galeano menciona que “la historia del futbol es un triste viaje del placer al deber” El balompié “se ha hecho industria, ha sido desterrada la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”
No vi al Barça de Cruyft, ni al de Maradona o al famoso Dream Team campeón de Europa, pero muchos comentaristas que sí gozaron de esos equipos coinciden en que el equipo culé de esta temporada juega mejor que esos conjuntos míticos. Y es que de mitos se compone este deporte. Por ejemplo: Juan Villoro dice de Josep Guardiola, actual D.T. del Barcelona, que entró al equipo “como a una prolongación del barrio” “Pep” debutó como jugador en 1990 bajo el mando de Cruyft con el número 4 en la espalda. Su primer ídolo fue Michel Platini, otrora estrella de la Juventus y actual presidente de la UEFA. Curiosamente el francés podría entregarle la copa el próximo 27 de mayo.
Guardiola se convirtió con los años en el líder blau-grana. Un futbolista ejemplar, sin escándalos relacionados con alcohol y mujeres, portador del gafete de capitán y consciente de llevar una responsabilidad no solo futbolística sino de representar a un pueblo que siempre quiere ganar. Villoro añade otra virtud curiosa: “afecto al cine y a la lectura, está condenado a un equívoco esencial: los escritores quieren hablar con él de futbol y él quiere hablar con ellos de libros”
Ya consagrado, Guardiola entregó el trofeo de campeón a un pequeño jugador de las inferiores del Barcelona: Andres Iniesta. ¿Quién iba pensar que ese niño, años después, anotaría un gol que callaba todo Stamford Bridge y le daba el pase a “Pep” a su primera final de Champions como entrenador.? Cabe mencionar que de pequeño Iniesta siempre tuvo la foto de su ídolo sobre su cama: Josep Guadiola.
Por eso todo el Barcelona parece venir del barrio, por eso sus tres delanteros titulares tienen más de 20 goles cada uno, por eso todo el equipo tiene más de cien anotaciones en conjunto. Un equipo formado por hombres venidos de Camerún, Argentina, Brasil, México, Francia, Mali, España e Islandia, que se une en un lenguaje creado entre la elegancia y el sudor. Ya ganó la Copa del Rey, La Liga está prácticamente en sus manos y pase lo que pase en la Champions para mi será el mejor del mundo, porque con este equipo y su juego que vengan cuantos detractores el futbol existan, al fin nosotros sabemos de placeres que ellos no conocen.